¿Para que te levantas?

Un día lluvioso en una sociedad inmersa en una cruel y larga guerra, de la cual ya se había casi olvidado el motivo de su inicio, dos soldados caminaban por el campo destruido, asustados y deseosos de llegar a un destino que los pusiera a salvo de  aquellos misiles, tanques y disparos del bando contrario en definitiva, caminaban hacía un día más de vida. Cuál fue su sorpresa que de lejos escucharon como una mujer desesperada los llamaba e imploraba su ayuda. Como dos buenos soldados al servicio del ciudadano esperaron a la muchacha con el fin de prestarle su ayuda y ésta les rogó el poder acompañarlos al lugar seguro donde estos dos hombre se dirigían.

Como no, los hombres le dijeron que podría acompañarlos y con prisa volverían a emprender la marcha. Una vez conseguida la ansiada ayuda, la mujer llena de alegría por su suerte gritó a otras personas que salieran de su escondrijo y de una casa destrozada salió un niño de unos 8 años que cargaba una pequeña niña de 3 meses, a la cual llamaré Pandora,  y un anciano.

Tras una larga discusión con aquellos soldados, los cuales argumentaban que estas tres personas retrasarían su ansiada marcha, la mujer consiguió tras numerosos ruegos y súplicas que los hombres accedieran a que su familia les acompañara, sólo con la condición que no retrasarían su ritmo, si alguien se quedara atrás, atrás permanecería.

Comenzaron su huida a tierras seguras a buen ritmo aunque no sin dificultades. Después de muchos kilómetros  estaban cerca de alcanzar la primera parada del trayecto y el anciano empezó a retrasarse, cansado y casi derrotado por su cuerpo. En esos momentos fue cuando la mujer, que era su hija, lo agarró con fuerza y tiró de él hasta llegar a la primera parada y pasar la noche allí.

Parecía que tan sólo habían pasado unos escasos minutos cuando el sol empezaba a aparecer en el horizonte y a la vez, el anciano comenzaba a sentir un intenso dolor en todo su cuerpo, nunca había andado tantos kilómetros y mucho menos al ritmo que el grupo y su propia supervivencia exigía. Sumamente dolorido logró ponerse en píe y fue casi llevado a cuestas entre su hija y uno de los soldados, que se apiadó de aquel hombre, durante toda la jornada.

A mitad de ese caluroso y húmedo día, unos oscuros pensamientos comenzaron a invadir la mente de ese padre de familia convertido ahora en un anciano, “no sirvo para nada” “mi única función es retrasar al grupo y poner en peligro la vida de mi familiar” “ya he vivido todo lo que tenía que vivir” “mi querida esposa me estará esperando en el más allá” “debería no ser tan egoísta y quedarme aquí a morir” y toda una serie de pensamientos y emociones hostiles le acompañaron durante todo el camino y toda la noche siguiente, aún tan cansado y exhausto que se encontraba, no pudo dormir ni un minuto pensando y recapacitando sobre su vida y su inminente y próxima elegida muerte.

Antes de que los primeros rayos de sol iluminarán el horizonte, mientras todo el grupo estaba durmiendo, excepto el abuelo, una explosión, disparos y gritos de miedo y agonía se oían acercándose cada vez más a ellos. El grupo sin pensar ni siquiera en lo que estaba sucediendo salió corriendo de su escondrijo y huyeron lejos de los estruendos. Todos excepto uno…

Aquel hombre desvalido, cansado y con la única intención de morir, se quedó allí sentado esperando a la muerte y viendo aliviado como sus seres queridos huían hacía la salvación. Ese alivio fue momentáneo, ya que así como pudo observar la huida del grupo, vio como su hija daba media vuelta en su busca. La muchacha asustada por su vida y por la de su familia le ordenó, le rogó, le suplicó de mil maneras distintas que no se rindiera, que se levantara y que viviera un día más. El padre no se movió ni un ápice y le exigió a su querida hija que fuera con sus hijos, que ellos necesitaban a su madre.

Aquella mujer parecía que se había rendido, aceptado la decisión de su padre y corrió hacía sus dos hijos que la estaban esperando.  El padre aliviado aunque muerto de miedo por lo que se avecinaba cerró los ojos y espero reunirse con su mujer…

Parecía que la muerte había llegado mucho antes de lo esperado cuando notó un cálido y reconocido peso entre sus brazos, aunque todavía se escuchaba aquel infierno. Abrió los ojos y allí tenía a Pandora, su nieta de tres meses estaba en sus brazos mirándolo asustada por todo aquél ruido y dolor que su mente inocente no conseguía comprender.  Con él la había dejado su hija y madre de aquella criatura inocente increpándole que ahora Pandora dependía de él, sólo él podía salvar la vida de su nieta. Tras múltiples ruegos por parte del anciano, ésta se marchó y lo dejó con aquella pequeña vida en sus brazos.

Aquél anciano resignado, cansado, dolorido y que minutos antes esperaba a la muerte, SE LEVANTÓ Y CORRIÓ TAN RÁPIDO COMO NUNCA ANTES LO HABÍA HECHO. Aquél hombre había encontrado suPROPÓSITO, aquél anciano encontró su motivo de supervivencia, no su vida, sino la de Pandora, la vida de aquella niña que llevaba entre sus brazos.

FIN

Resulta sorprendente que cuando vemos que ya no hay esperanza, cuando sentimos que ya nada podemos hacer y nos resignamos al camino que el destino parece haber escogido por nosotros, un rayo de luz aparece entre las oscuras nubes. He aquí la grandeza del ser humano que ese rayo de esperanza no somos nosotros, no es nuestra vida, ni nuestro estatus, ni nuestro dinero,  sino algo o alguien que está mucho más por encima de nuestra propia persona, aquello que nos hace levantarnos cada día por muchas caídas que tengamos, por muy difícil que sea el ascenso, ese PROPÓSITO que nos levanta, que transciende  a la propia persona.

“EL VERDADERO PROPÓSITO NO ES AQUELLO POR LO QUE ESTARÍAMOS DISPUESTOS A MORIR, SINO AQUELLO POR  LO QUE ESTAMOS DISPUESTOS A VIVIR.”  Eva de la Coba. 

Y TÚ ¿PARA QUÉ TE LEVANTAS?

Fuente: Eva de la Coba. Coach

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